Tuesday, January 15, 2008

El acuerdo humanitario con las FARC: se pasó el tiempo para hacerlo

Hace unos años, cuando las FARC tenían cierto control sobre las carreteras y veredas a lo largo y ancho del extenso territorio Colombiano, el intercambio de rehenes por guerrilleros detenidos era una posibilidad real, porque la guerrilla no perdía más de lo que ganaba. Pero la situación es completamente distinta ahora. La guerrilla está debilitada en el manejo territorial y en su movilidad, con el grueso de sus combatientes y la plana mayor relegada a la vida malsana y sin recursos de la selva profunda, en medio del inclemente asedio de los bichos, la malaria, la leshmaniasis y otras enfermedades potencialmente mortales. Encima de eso, su movilidad por los rios está disminuida y sufre permanente acoso militar.

La guerrilla tendría que ser estúpida para no darse cuenta que la entrega de rehenes por la libertad de los guerrilleros presos la deja sin protección a merced de un contrincante que le está ganando la batalla. Este intercambio, conocido como acuerdo humanitario, no podría ser posible ahora sino como producto de un acuerdo de paz y reintegración de la guerrilla, de alguna manera, a la legalidad del ejercicio político. Pero, un acuerdo de paz requiere una de dos condiciones: o que el enemigo este al borde de la derrota, o que, pasando por un estado de "empate" de fuerzas, obtenga por medio del acuerdo sustanciales concesiones del estado. Las FARC, con todo y que han retrocedido, están lejos de estar en una situación de desespero. Han crecido económicamente y en resonancia noticiosa; y el respaldo reciente de Chavez es algo que estuvieron buscando desde su creación. Por otro lado, el intenso y visceral odio que el común de la gente siente por las FARC, encarnado principalmente en la visión que tiene de las mismas el Presidente de la república, hace completamente imposible hacer las concesiones que demandaría hacer la paz con una fuerza insurgente no derrotada.

Para el pueblo colombiano, al menos el que opina en la W, El Tiempo, y se manifiesta abiertamente en las capitales, las FARC son nada menos que la encarnación del mal. Nada proveniente de ellas, por lo tanto, es bueno. En cambio, Uribe es la personificación del bien. Y así como nada vulnera la imagen de este icono, ni las pruebas en video, ni los procesos contra los políticos que aportaron, además de su amistad, sus votos para su elección y reelección, ni sus bravatas, ni nada; así también nada es aceptado como de buena fe de la guerrilla. A pesar de la información que provee las noticias, en todo lo tocante a las FARC para el paisano colombiano la realidad es otra. No es que la guerrilla no supiera del destino de Emmanuel, es que sí sabía y mentía, ofreciendo su entrega a sabiendas de que no lo tenía. Tampoco es que el bienestar de salud de las liberadas muestre algo de buen trato a este par de mujeres, no. Es que ellas se pasaron a sus huestes y ahora son infiltradas en el estado legal. No es que las FARC liberaran estas señoras para desagraviar a Hugo Chavez; no señor, es que Chavez pagó 500,000 dolares para su liberación. No es que las FARC sean un grupo con ideas políticas altruistas pero con métodos torcidos, sino que es -unicamente- un grupo narco-terrorista, que secuestra niños y mata a ciudadanos inocentes. En la mente de todo colombiano la realidad trastocada no solo es posible, sino muy real, porque no es posible aceptar que ningún acto bien intencionado, de buena fe o sincero pueda provenir de los insurgentes secuestradores. (¿Sabran los colombianos que hasta el mas grande criminal también tiene su corazoncito? ¿No recuerdan que fue por una manifestación de amor que pillaron a Pablo Escobar?)

Un parentesis procede en este punto: lo curioso es que esta posición colombiana no es una posición de principios. Es decir, no es el efecto de atenerse a una ética que descalifica la crueldad, la tortura, el secuestro, el homicidio, per sé. No. Es en realidad la racionalización de un odio político. Si no fuera asi, por qué no se levantó la sociedad contra el pacto realizado por el estado con los narco-paramilitares, a todas luces los más grandes torturadores y los más abyectos criminales jamas procesados en nuestra tierra? ¿Por qué no oimos voces unánimes de parte de los más altos ministros, expresidentes, magistrados, periodistas, industriales, terratenientes, asociaciones de abogados, médicos, científicos, etc, en contra de aceptar el darle estatus político a fuerzas que, como ahora se demuestra por las declaraciones en los estrados judiciales, fueron movimientos que sembraron el terror como ninguno otro, y que perseguian fundamentalmente el beneficio particular, económico y de poder de los capos de la droga? No. La evidencia prueba que el odio del pueblo colombiano a las FARC es político. Muestra una doble moral execrable, en lo cual se odia al contrincante por hacer los mismo que yo avalo para los de mi bando, y conste que aclaro que esto es de lado y lado.

Volviendo a la falta de confianza a las FARC: ¿Cómo entonces puede hacerse una negociación de paz con un grupo al cual de antemano nadie le cree? ¡Que realicen actos de buena voluntad! ¡Liberen todos los secuestrados, dejen de secuestrar, y no vuelvan a atacar a la población civil! Claro, y de contera ¡que consignen unos cien mil millones de dolares para resarcir a los afectados! Todas estas peticiones ilusas son iguales en categoría a las de las FARC: despeje de Florida y Pradera, petición reiterada, porque cada una de las partes sabe de antemano que propuestas como estas no van a ser aceptadas. Para empezar un proceso de acercamiento, alguien tiene que pedir algo que sea realizable por la contraparte. Pero, como queda dicho, ni la guerrilla va a debilitar mas su posición, ni el estado va a echar para atrás lo andado durante el tiempo de Uribe. Asi, pués, seguirán las peticiones absurdas.

¿Qué queda, entonces? Lo más coherente, es lo más tremendo: una cuchillada al vientre, sin anestesia. En palabras del matemático y filósofo Antanas Mockus, lo único que queda es el estoicismo. Aguantar el clamor de extender una mano y ayudar a los secuestrados (civiles) y a los retenidos (militares) por las FARC y continuar la presión con miras a acabar la tarea iniciada. Aguantar la pulsión natural de claudicar el estado y la seguridad de todos, por la libertad de unos ciudadanos por los que todos sentimos comiseración, tristeza, solidaridad y simpatía, para desestimular futuros secuestros.

Pero que ni el gobierno ni la clase dominante esten seguras de que acabando las FARC se acaba la insurgencia en Colombia, y se arreglan todos los males. Que no crean que este pais de "ensueño" -el mas feliz de la tierra- no lo empaña sino la presencia de unos locos que optaron por la violencia para imponer su visión. No. Al acabar la guerrilla no se acaba la miseria. porque ésta aun sin ser el factor necesario y suficiente para explicar la violencia, si es el factor que detona el polvorín de una tendencia genética por el comportamiento violento. Agresivos si somos, hay que aceptarlo.